martes, 22 de noviembre de 2011

El deseo profundo, el deseo más real es aquél de acercarse a alguien. A partir de ahí, comienzan las reacciones, el hombre y la mujer entran en el juego, pero lo que sucede antes, la atracción que los unió; es imposible de explicar. Es el deseo intacto, en estado puro.
Cuando el deseo todavía está en ese estado puro, hombre y mujer se apasionan por la vida, viven cada momento con veneración y, conscientemente, esperan siempre el momento adecuado para celebrar la siguiente bendición.
Así, las personas no tienen prisa, no precipitan los acontecimientos en acciones inconscientes. Saben que lo inevitable se manifestará, que lo verdadero siempre encuentra una manera de mostrarse. Cuando llega el momento; no dudan, no pierden la oportunidad, no dejan pasar ningún momento mágico porque respetan la importancia de cada segundo.

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